jueves, agosto 19, 2010

Dos filmes franceses


Echo una mirada al cine francés reciente, el que llaman “novísimo”; una nueva generación de cineastas muy distinta a aquella de la nouvelle vague. He visto dos películas realizadas en 1999: Roberto Succo (Cédric Kahn, 2001) y Le petit voleur (Erick Zonca, 1999). Ambas tienen en común varias cosas: escudriñan el hampa y el crimen en provincias francesas; los personajes protagonistas son jóvenes desarraigados; el enfoque está despojado de cualquier juicio moral a la delincuencia.

La primera de ellas está basada en la construcción mediática de un delincuente que en los años 80 atemorizó a la población de la zona oriental de Francia. El joven había asesinado a sus padres en Italia, fue internado en un centro psiquiátrico, del que logró escapar, refugiándose en la costa francesa, donde estableció su centro de operaciones y conoció a una adolescente de Annecy que veraneaba allí. La construcción del personaje es fiel al relato periodístico, poniendo el énfasis en el carácter esquizofrénico, de etiología sexual, del protagonista, sin economizar medios expresivos para reconstruir los asesinatos y los asaltos a mujeres. Como dije, el caso de Roberto Succo tuvo un gran impacto en el imaginario francés de provincias, contribuyendo en alguna medida a la presión de la opinión pública sobre la institución judicial para que se protegiera a las víctimas y se considerara al verdugo un simple asesino a exterminar sin la más mínima justificación de sus acciones al amparo de su enfermedad mental. El dramaturgo Bernard-Marie Koltés escribió un texto teatral inspirándose en el personaje, cargando las tintas en contra de la institución familiar, cuya representación se vio envuelta en protestas populares que reclamaban el respeto a las víctimas, llegándose a cancelar sesiones en alguna ciudad de provincias para evitar males mayores. Esta película llega varios años después, cuando ya el recuerdo de aquellos hechos está más atemperado. Desconozco si aún provocó algún rechazo (sobre todo entre la población de los escenarios de los crímenes, en cuyo ambiente se llevó a cabo el rodaje).

Le petit voleur tiene por escenario la ciudad de Marsella. El protagonista es un adolescente desarraigado, rebelde, que entra en contacto con la pequeña delincuencia marginal de la ciudad, cuya actividad más señalada es desvalijar casas. El joven atraviesa una etapa de aprendizaje del oficio. Un trayecto iniciático del que se verá desencantado cuando las cosas se ponen mal para la banda y le acusan de chivato. Al final la experiencia resulta gratuita y dolorosa para el protagonista, viéndose éste obligado a volver al orden social y laboral del que se excluyó en su Orléans natal. Ahora el joven tendrá ante sí la oportunidad de volver a rebelarse pero dentro de un orden político.

En fin, las dos películas retratan a una especie de rebeldes sin causa que acuciados por su infierno familiar son lanzados hacia ninguna parte. El viaje termina para ellos de una manera, en el fondo, muy similar: el suicidio en un caso, el retorno al orden social, en el otro. La política aparece en un segundo plano. Succo se rebela contra el orden establecido, representado por el padre, la familia, la policía, para acabar sucumbiendo. El ladronzuelo lo hace contra el orden laboral, la explotación y el fracaso social anunciado, pero termina regresando ahí, después de un viaje de iniciación que casi le cuesta la vida.

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