domingo, abril 02, 2006

Televisión

Este artículo es una reseña del libro de Pierre Bourdieu: Sobre la televisión, Editorial Anagrama, 1997, que escribimos en 1999.

Bourdieu reflexiona en torno al «campo» del periodismo. Se fija en la TELEVISIÓN y la relación de fuerzas que establece tanto interna como externamente.

Los intelectuales que salen en TELEVISIÓN se someten a la dinámica del «campo» televisivo y periodístico: empobrecimiento del discurso, trivialización de la cultura y la ciencia; invasión y condicionamiento de otros campos de la cultura.

Bourdieu desarrolla la noción de «campo» aplicada al periodismo televisivo, tomando la TELEVISIÓN como referencia dominante en el campo cultural. El control de la TELEVISIÓN por los grandes medios alimenta la simplificación, la desmovilización, la heteronomía de los intelectuales y científicos.

La violencia simbólica de la TELEVISIÓN se ejerce con la complicidad de los agentes que la padecen y también de quienes la utilizan (de lo que no son conscientes) (p. 22).

El tiempo televisivo se llena de sucesos vacíos en detrimento de las noticias que podrían interesar a la ciudadanía de una sociedad democrática. Se oculta información mostrando otra información. El principio de selección descansa en lo impactante, lo espectacular. El acontecimiento se dramatiza, la imagen está dominada por las palabras que dicen lo que hay que leer y hacer ver lo que sea.

La información televisiva no es neutra, desencadena un «efecto de realidad»: el poder evocativo de la imagen puede provocar fenómenos de movilización social. Tiene implicaciones políticas, éticas que desencadenan sentimientos intensos. La información periodística implica siempre una elaboración social de la realidad capaz de movilizar/desmovilizar socialmente.

Excurso:

La información sobre ETA moviliza; la información sobre el GAL paraliza: los militantes vascos Lasa y Zabala, en el fondo, se tenían bien merecido que se los torturara, asesinara y enterrara en cal viva para borrar las huellas. La TELEVISIÓN también entierra en cal viva la memoria de la audiencia, que sólo es colectiva porque se puede coleccionar, para saber si un programa es rentable y está bien ubicado en la “parrilla”: se trata de no «quemar» demasiado al televidente; vuelta y vuelta para volver a empezar. La TELEVISIÓN borra las huellas de la memoria. Sólo impresiona lo que impacta. Cada día nos vemos impresionados por una noticia. Si no hubiera sucesos habría que inventarlos. El suceso aparece continuamente renovado, aislado de su condición. Sucesos sin condiciones, efectos sin causa, he ahí lo que la TELEVISIÓN transmite.

Dice Bourdieu, «vamos cada vez más hacia universos en que el mundo social está descrito-prescrito por la televisión. La televisión se convierte en el árbitro del acceso a la existencia social y política» (p. 28).

La información circula circularmente. Los periodistas se leen mutuamente, se ven mutuamente, en las tertulias siempre se encuentran los mismos, repitiéndose mutuamente lo que antes se han leído y se han visto mutuamente. El resultado es el «enclaustramiento» y la «censura», tan eficaces como los de una burocracia central o una intervención política deliberada (p. 34). La gente que se encarga de informarnos es informada por otros informadores, que a su vez... Lo que nos transmiten las informaciones no es pensamiento, sino «ideas preconcebidas», «tópicos», cuyo contenido queda reducido al simple hecho de la comunicación entre un emisor y un receptor que ya conocen esas ideas de antemano (el mensaje). Los «intelectuales» se enfrascan en debates «verdaderamente falsos o falsamente verdaderos». Habitan un universo cerrado de relaciones mutuas, donde predomina el autobombo permanente (p. 42).

El campo periodístico y las relaciones de fuerza objetivas que constituyen su estructura es un campo de fuerzas y al mismo tiempo un campo de luchas para mantener o transformar ese campo de fuerzas. El campo periodístico (y, en concreto, la televisión) define y, en cierto modo, condiciona, además, las relaciones de fuerza de otros campos culturales y el campo de la política. Los grandes medios de producción y difusión de la información, aunque ocupan una posición inferior en los campos de producción cultural, ejercen su dominación mediante el control de los medios de expresión: expiden la patente de existencia pública, de la fama y la notoriedad pública (p. 67).

El exhibicionismo y la demagogia de lo espontáneo, el talk-show por ejemplo, son estrategias comunicativas que se abren camino en las parrillas de programación en detrimento de políticas de acción cultural a través de la TELEVISIÓN. Los índices de audiencia, tan necesarios en las cadenas comerciales, constriñen el campo periodístico, sometiéndolo al campo económico. A la vez, se impone a los demás campos, provocando efectos en sus estructuras. Y así, todos los campos de la producción cultural acaban sometiéndose a la coerción estructural del campo periodístico (p. 81).

No hay comentarios: